La ducha como dispositivo : mecanismos de control de la higiene
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2018
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E.T.S. Arquitectura (UPM)
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Desde su renacer en la época de industrialización, la ducha puede considerarse un dispositivo fruto del despliegue de mecanismos que parten de su condición instrumental. Con la llegada del positivismo en el siglo XVI, los avances científicos permiten descubrir la existencia de microorganismos y aparece el temor al contagio. Simultáneamente surgen las corrientes higienistas y se percibe al ser humano y a la tierra como contenedores de fluidos potencialmente enfermos. En consecuencia, se requiere el saneamiento del espacio urbano, creando redes y órganos como las cloacas o el lazareto, que hacen de la conducción de fluidos el paradigma del aislamiento y de la esterilización. Ambos se construyen como arquitecturas utópicas caracterizadas por su hermetismo y distanciamiento, dónde los protocolos higiénicos se sitúan entre la ciencia y la imaginación: la ducha forma parte de estos mecanismos de control. A partir del siglo XVIII, el marco de la ducha se polariza entre la geopolítica y la biopolítica. La ducha horizontal burguesa y la ducha vertical popular ilustran los dos patrones fundamentales, en una segregación basada en la diferencia entre el individuo y la colectividad. Así, la ducha comienza como una práctica en establecimientos hidroterapéuticos, resultado del control médico y disciplinar. Desde el enfoque pastoral, la ducha se introduce como una heterotopía a través de los conductos y las conductas. Por un lado, los mecanismos de control físico de la ducha son conductos geopolíticos: la sensibilización burguesa y la mercantilización de la ducha. Con el despertar de los sentidos la ducha se configura como un espacio privado habitado por el médico y el paciente, generando un diálogo entre el discurso de la razón y la voz interior. Este proceso parte del miedo a la violencia del tratamiento, que se lleva a cabo en un subsuelo, y sigue con el reconocimiento de la existencia del sistema nervioso, para después convertirse en instrumento de diversión popular y en herramienta específica sanitaria. El consumo del confort, difundido a través de las revistas y los diarios de los siglos XIX y XX, enuncia el control físico ejercido por la ducha. Si bien el establecimiento de la ducha comienza con una escasez de recursos y una noción de confort decimonónica, con el movimiento moderno se introducen y estandarizan los aparatos sanitarios en casa. Tras las dos guerras mundiales, comienza su mercantilización masiva y la ducha se configura como una cabina independiente. Por otro lado, los mecanismos de control psíquico son conductas biopolíticas: la normalización, la sistematización y la subjetivación de la ducha. El proceso de normalización de la ducha en el medio popular, se puede observar a través de las transformaciones funcionales de la ducha horizontal aplicada a los anormales. Primero se utiliza como instrumento coercitivo, más tarde como calmante de los estados eufóricos en las enfermedades mentales y después como tratamiento disuasorio contra la locura. La ducha popular se transforma en un gabinete médico dónde se desplazan fluidos de razón y de emoción dentro y a través del cuerpo. La sistematización de la ducha colectiva es producto de la voluntad de eficacia militar. Este proceso parte de la centralización radial y tiende a fragmentar y seriar programáticamente su espacio y tiempo, hasta formar un pabellón sólo para su uso. La ducha se promueve y obliga en los medios laboral y educativo como una necesidad, para posteriormente resurgir como un deseo. Durante la guerra, se presenta la paradoja de la individualización como síntesis de la sistematización y de la eficacia en fase de itinerancia. La subjetivación del género toma forma con la popularización de la proyección de imágenes del cuerpo desnudo en la ducha. El mainstream cinematográfico parte de la dualidad de las identidades heteronormativas de lo masculino y lo femenino, mientras que el espacio queer abandona los cánones de la exclusión y ahonda en la dimensión de la extrañeza cotidiana, haciendo de la ducha un lugar de convivencia. La ducha queer pone en tela de juicio la definición de la ducha desde su funcionalidad, para hacerlo desde la pluralidad. Finalmente la prisión desvela la ducha como un espectáculo. La ducha de la prisión y la cámara de gas son dispositivos dónde el poder, justificado como moral, se manifiesta plenamente. El enclave como reminiscencia del lazareto, reaviva el estado de excepción y aflora procesos que se creían extinguidos en un pasado soberano. El espacio y la práctica de la ducha se ubican entre la necesidad y el deseo, el encierro y la libertad, la individualidad y lo colectivo, presentándose como un simulacro cotidiano. ----------ABSTRACT---------- Since its rebirth in the industrialization period, the shower may be considered a device that results from the deployment of mechanisms that emerge from its instrumental condition. With the advent of positivism in the 16th century, scientific advances allow to discover the existence of microorganisms, followed by fear to contagion. At the same time, hygienist currents arise in a way that human being and earth are perceived as an embracing of potentially disease fluids. Consequently, urban space’s sanitation is required, so networks and organs as sewers or lazarettos are conceived, which make from the conduction of fluids the paradigm of isolation and sterilization. Both projects are constructed as utopian architectures, characterized by hermetism and distance, where hygienic protocols are located between science and imagination: the shower is part of these mechanisms of control. Since the 18th century, the shower is polarized between geopolitics and biopolitics. The bourgeois horizontal shower and the popular vertical shower show the two fundamental patterns, that correspond to segregation based on diff erence between individual and collectivity. Therefore, the shower begins as a practice in therapeutic facilities, result of medical control and discipline. From a pastoral approach, the shower is introduced as a heterotopia through ducts and conducts. On the one hand, mechanisms of physical control of the shower are geopolitical ducts: the bourgeois sensitization and the commodification of the shower. With the awakening of the senses, the shower is set up as a private space inhabited by the doctor and the patient, generating a dialogue between the discourse of reason and inner voice. Tnis process starts with fear towards the treatment’s violence carried out in a basement, and continues with the recognition of the existence of the nervous system, to finally become an instrument of popular distraction and in a specific sanitary instrument. The consumption of comfort, spread through magazines and newspapers in the 19th and 20th centuries, enunciates the physical control exercised by the shower. Although the establishment of the shower begins with a shortage of resources and an old notion of comfort, in the Modern Movement the sanitary devices are standardized and introduced inside the house. After the two World Wars, massive mercantilization begins and the shower is set up as an independent cabin. On the other hand, the mechanisms of psychic control are biopolitical conducts: normalization, systematization and subjectivation of the shower. The standardizing process of the shower in the popular milieu may be observed through functional transformations on horizontal shower applied to the abnormal. It is first used as a coercive instrument, later as a tranquilizer of euphoric states in mental illness and then as a deterrent against madness. Popular shower is transformed into a medical cabinet to move reason and emotion fluids inside and through the body. The systematization of the collective shower is a product of the military will for effi ciency. This process starts from radial centralization and tends to fragment and serialize its space and time, to finally form a pavilion for its proper use. The shower is promoted and compelled in work and educational means as a necessity, to later reemerge as a desire. During war, the paradox of individualization is presented as a synthesis of systematization and effi ciency in roaming phase. Gender subjectivation takes shape with the popularization of projecting images of naked body in the shower. Cinematographic mainstream is based on duality in heteronormative identities about the masculine and the feminine, while queer space abandons the canons of exclusion and deepens into the dimension of everyday strangeness, making the shower a conviviality place. Queer concept puts into question the definition of the shower from its functionality, to do it from plurality. At last, the prison reveals the shower as a spectacle. The prison shower and the gas chamber are devices where power, justified as moral, is fully manifested. The enclave as reminiscence of the lazaretto, revives the state of emergency and emerges processes that were thought to be extinguished in a sovereign past. Space and practice of the shower lie between necessity and desire, confinement and freedom, individuality and collectiveness, portraying itself as a daily emulation.
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Arquitectura
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